Cuando un aparece un donante, se pone en marcha un rígido protocolo de actuación para elegir al receptor final
Cuando un órgano aparece se pone en marcha un medido protocolo de actuación cuya finalidad es encontrar al receptor ideal en el menor tiempo posible. Más de 2.000 personas en toda Galicia viven a espera de recibir una llamada que les salvará la vida y para la que no hay horas ni distancias. Los primeros candidatos de esta lista son los conocidos como pacientes de «urgencia cero». Es decir, situaciones de riesgo extremo en las que si el enfermo no es trasplantado en 72 horas puede morir. «Estas personas —explicó Jacinto Sánchez, coordinador de la Oficina de Trasplantes, a ABC— tienen prioridad nacional por lo que el primer órgano que aparezca en toda España será para ese paciente».
En el resto de casos, el protocolo sigue otros derroteros. Así, cuando un órgano aparece se localiza a los tres candidatos de las lista que más compatibilidad tenga con él. Tras la ansiada llamada, los elegidos tendrán que desplazarse con la mayor celeridad al centro hospitalario para someterse a las últimas pruebas que determinarán al receptor final.
Entre los pasos a seguir, los aspirante a ser trasplantados deberán someterse a una analítica de sangre, que determinará la coincidencia de los grupos sanguíneos y a una prueba de compatibilidad física. Según los especialistas, «a mayor índice de coincidencia entre el donante y el receptor, menores posibilidades de rechazo», por lo que los resultados de este examen son definitorios. La rapidez con la que se debe poner en marcha este sistema exige que los pacientes que se encuentran a espera de un órgano vivan pegados a un teléfono móvil las 24 horas del día. Y es que en estas circunstancias extremas, las llamadas perdidas no tienen cabida.
Una vez realizada la operación, los intervenidos son medicados para evitar que el organismo repudie su nuevo órgano. Gracias a los avances en el este campo médico, los índices de rechazo han descendido notablemente en los últimos años garantizando así el éxito del trasplante.
A modo de contraprestación, los receptores deberán estar medicados el resto de su vida, aunque hay casos en los que la dosis diaria se limita a tan solo dos pastillas. «Lo que se busca es engañar al organismo para que no reconozca como extraño aquello que le estamos poniendo», explica Sánchez.
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